viernes, febrero 24, 2006

Vándalos enrollingados


No hay duda que vivimos en una ciudad que refleja las consecuencias de la inmoralidad de muchos de nuestros ex gobernantes.

Sistemas educativos obsoletos, que cambian para ser peor. Leyes que no se cumplen. Injusticias que se apilan en cajones o estantes hasta que terminan prescriptas. La falta de respeto que se hace cada vez más carne en cada nuevo componente de esta sociedad enferma y castigada.

El martes pasado y ayer tocaron los Rolling Stones en River. Estadio que puede llegar a juntar 70.000 personas. Gente que pagó entradas entre 60U$ y 100U$ mínimo. Gente que iba con la ilusión de ver a esos viejos pero imperturbables íconos indiscutibles del rock and roll en la historia musical del mundo.

Hasta ahí nada especial. El problema se dió en los alrededores dónde grupos de enfermos sin cura, como los hubo siempre pero ahora de a cientos, corrían y les arrebatan infamemente las entradas a discapacitados y no. Tipos que hacía horas y con paciencia estaban haciendo la fila ordenadamente.

Anoche quedaron detenidos 150 personas. Número nada despreciable. Vándalos que no los achicó ni la lluvia ni la poli ni la infantería. Se valieron de todo, y respondían con cascotes, corridas, ante la sorpresa de los desprevenidos automovilistas que pasaban por la avenida, ante las cámaras de TV y ante la razón.

Había una única consigna. No importaba cómo pero iban a entrar de alguna manera para ver a su ídolo Mick Jagger.
AGUANTE LO’ ROLLINNN, LOCO!!! SON LO MA'GRANDE QUE HAY


Enajenados, desesperados, solos, acompañados con la familia o con amigos, no importaba nada, la batalla era campal por momentos y sostenida durante toda la noche. Los autos estacionados fueron también resignadas víctimas de hurtos.

Vándalos dice la crónica. Y revisando un poco el diccionario que no muerde, busqué una vez más qué significa académicamente. (http://es.wikipedia.org/wiki/V%C3%A1ndalos)

El vandalismo designa la hostilidad hacia las artes, la literatura o las propiedades ajenas, llegando al deterioro o destrucción voluntaria de monumentos, un comportamiento que se dice propio de los vándalos en sus ataques contra el Imperio Romano.


Creo que más allá de lo histórico, estos hijos de puta de anoche no tienen respeto por su propia vida, y la tienen menos por lo privado y lo público. No vale nada lo propio pero menos vale lo del otro. No importa si hay que pagar, ellos no les importa. Eso no es un tema a discutir. No pueden pero tienen derecho de entrar. Lo dicen ellos y por eso te lo explican a piedrazos. Contra la cana, contra el infeliz que pasa por ahí, contra el estúpido que dejó el auto estacionado a 300 metros, contra el otro idiota que también paga impuestos por tener un negocio a la calle, contra el vecino ingenuo que vive a la vuelta de la cancha y contra todos los pobres idiotas que pagaron y todavía están aguardando para entrar.

Uno piensa que esa gente, que no era poca y que fue mucha más aún que en el primer recital, es la que después tiene derecho a votar. Es la que opina. Es la que descoordinadamente reflexiona sin ninguna clase de lógica. Es la que tiene derechos a pesar de que te los ultraje y no te los repete.

Lamentablemente nuestro país ha dejado de tener pobres. De tener la pobreza que muchos llevaron con dignidad y que otros pudieron salir de ella con esfuerzo, trabajo y estudio. Con el único capital que es la honestidad y la esperanza de que luchando se puede mejorar y crecer.

La pobreza en este país ha desaparecido pero en su lugar se ha instalado la miseria. La miseria económica, moral y espiritual. Los miserables que imponen por la fuerza su razón. La miseria que da el saber que todo es impune. Que nada tengo para perder, y si tengo algo que perder no me importa.

Ojalá esto no vaya en aumento, pero lamentablemente es como una enfermedad ya endémica en nuestra sociedad.

Ochenta tipos denunciaron no haber podido ingresar por todo esto. No haber podido hacer uso de aquello por lo que pagaron y tenían derecho. Impotencia y bronca contra la barbarie de los que no tienen remedio. Y finalmente verguenza, mucha verguenza ajena.

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