La semana pasada estuve en la degustación de unos vinos de la
bodega Fabre Montmayou.
El lugar tenía toda la vista de la Av. Corrientes de noche desde el bajo, donde a lo lejos se destacaba el Obelisco. Pero antes de poder estar apoltronados en los sillones degustando diferentes bocaditos calientes, tuvimos que escuchar la presentación de la bodega. Fotos de los viñedos, un poco de historia, cómo es el proceso de la cosecha y demás. Esta parte resultó medio pesada, no sé si es porque ya la he escuchado un par de veces o si es porque no logran hacerla más dinámica. Promediando comenzaron las imágenes de los diferentes productos que íbamos a degustar. Eso nos abrió más las expectativas y el final resultó lo más importante. Descendimos al salón y allí comenzó a verse el comportamiento humano frente a la comida.
Grupo de RUBIAS secuestrando al mozo plato de bocaditos de carne fritos, pinchitos, y demás. Corrían desesperadas a su rincón con la presa y se encerraban en su círculo íntimo. Mi reacción personal, acercarme a "su mesa exclusiva" y compartir la presa con mis amigos!
Grupo de gente armando paredes humanas frente a la mesa. Al principio mesa vacía. Luego ocupaban posiciones de manera estratégica. Se servían pero no circulaban. Al contrario, se afirmaban en la posición con intenciones de no ser removidos de ahí. Reacción personal. "Me permite?!?" y atravesar bracito por entre la pared humana de manera de hacer obvio lo molesto que resultaban.
Mesa de vinos. Acá no hubo problemas porque hubo cantidad de botellas suficiente como para que nadie tuviera que desesperar. Lo particular eran los chicos que servían. Más langas que otra cosa. Al menos con una amiga mía, la que regresaba a nuestro grupo decepcionada por tener siempre la copa menos servida.
Otra de las mesas de vino, el caballero que la atendía, tenía una audiencia de 3 damas. El tomaba interés casi profesional por cada una de las inquietudes que las señoritas tenían. Luego quedó a solas con una de ellas y de pronto se lo escucha decir, "acá tenés un hombro para llorar si querés". A metros de la mesa de degustación, más exactamente en el sillón contiguo al nuestro, estaba su señora esposa con cara de aburrida y mirada perdida copita en mano... ya vacía.
Se respiraba un aire casi setentoso en el ambiente que nos rodeaba. Fue una noche muy linda donde uno hubiera querido tener ese piso para una fiesta de copas, música y algo de descontrol, al mejor estilo Isidoro Cañones.
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