El domingo fue un día dedicado al "amebismo". Traducido al castellano coloquial significa que estuve tirada literalmente en la cama dormitando cual marmota drogada. Cada vez que intentaba abrir los ojos, sentía más ganas de cerrarlos nuevamente y seguir un ratito más.
Demás está decir que ya promediando la tarde me agarró la locura de "perdí todo el día". Me puse un poco en actividad. Una ducha dejó de lado el estado de pesadez, y volví a la cama (je!) con mis sentidos un poco más lúcidos dispuesta a ver qué buena película podía enganchar.
Nada demasiado bueno hasta que dí con "Grey's Anatomy". No la había visto nunca pero había leído que era buena. Realmente me gustó mucho y así es como la volví a ver el lunes.
Acá ya más dispuesta a seguirla de principio a fin, aunque me encontré con un episodio collage de los mejores momentos o situaciones. Me perdí un poco pero el punto es que no hice más que llorisquear en cuanta escena romántica se planteaba.
Resumidamente había MUCHOS cruces de cama, y relaciones intercambiadas. Y más allá de moralismos que no valen la pena discutir, las escenas de intimidad descorrieron en mi mente los momentos por los que yo también alguna vez había transitado. Desde el corazón. Desde las fibras más cercanas al alma.
Allí fue cuando comencé a ver todo más turbio. Cuando empecé a moquear y pensé que hacía mucho tiempo que no me sentía enamorada como lo había estado. Que hacía mucho que no tenía novia "formal", esa que una declara sin dudar.
A medida que la serie continuaba, se planteaban crisis, infidelidades, atracciones fugaces, rupturas, pérdidas irreparables. Y tambien sentía con cierto pavor que todo lo bueno que tiene esa entrega, tiene tambien la otra contracara de "no va a ser para toda la vida".
Sí, ya lo sé. No es que me desayune de eso ahora. Pero el estado de comodidad en el que me encuentro y la posibilidad de estar hoy con A y luego por qué no con B, pero tambien me encanta salir con C, hace que me sienta como navegando entre islas paradisíacas. Libre y feliz de poder elegir y ser elegida.
Recuerdo mi estado de casada también como algo estable y placentero, y de pronto, tan solo por un instante añoré los primeros tiempos, lo que era sentir puntadas, sensaciones de inquietud propias de aquello que uno no sabe si ese amor le es propio o no. Y que por otro lado desea fervientemente conquistar como si fuera lo último que uno fuera a hacer.
Quizás se confunda o se unan el amor con la felicidad, como algo que van de la mano y que sin el componente de uno no existe el otro. Pero la felicidad tambien está dada por otras cosas. El amor hace a la felicidad y no lo discuto. Y así tambien la fragilidad del amor muchas veces da por tierra esa felicidad. Sobretodo si la misma estaba construida sobre un único pilar.
En definitiva la felicidad requiere de cierta inteligencia como en los negocios. No se debe invertir todo el capital en un solo rubro. Hay que tener un portfolio de inversiones y saber distribuir nuestro dinero con cierta previsión y visión de futuro. Muchas veces desvalorizamos todo aquello que no tenga relación directa con nuestra pareja. Lo posponemos hasta que el amor un buen día nos abandona indefectiblemente. Y es así como luego nuestros sentimientos quedan a la deriva y no logran encontrar refugio ni consuelo. Sencillamente porque jamás tuvimos ningún otro reparo que tuviera que ver con nosotros mismos. Porque enganchamos nuestro destino y nuestra proa al barco que creíamos que íbamos a seguir para siempre.
A la deriva es la sensación que se tiene frente a una separación, cuando nos damos cuenta que nuestra vida eramos nosotras en función de una pareja. Desaparecida la pareja la ecuación da error como si tratásemos de dividir por cero. Por eso, no hay que desintegrarse u olvidarse quiénes somos y qué necesitamos. Y si bien el amor puede durar muchos años, debemos continuar con nuestra vida buscando la felicidad en muchas otras cosas simples.
Igualmente uno cuando mira por televisión una novela, no deja de tener ganas de volver a querer tomar riesgos, caminos desconocidos, encuentros inciertos, citas interminables. Y es por eso que el lunes me invadió cierta añoranza que hoy me permite sonreír.
Una "Carilina"
(*) por favor..... A qué hora daban Los Simpsons?
N. del E.: (*)"Carilina" es una marca popular de pañuelos descartables ;)